San Francisco de Asís


San Francisco de Asís
San Francisco de Asís (Asís, actual Italia, 1182-id., 1226) fue el fundador de la orden franciscana. Fue canonizado dos años después de su muerte, el 15 de julio de 1226 por el papa Gregorio IX, y sus sucesores lo admiraron tanto por su modelo de austeridad como por su sensibilidad poética. Su festividad es el 4 de octubre.

Francisco nació en Asís, ciudad de Umbría (Italia), en el año 1182. Su padre, Pedro Bernardone, era comerciante. El nombre de su madre era Pica. Tanto el padre como la madre de Francisco eran personas acomodadas. En su juventud, Francisco era muy dado a las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios de su padre, ni los estudios le interesaban mucho. Sin embargo, acostumbraba a ser muy generoso con los pobres que le pedían por amor de Dios.

Cuando Francisco tenía unos veinte años, estalló la guerra entre las ciudades de Perugia y Asís y el joven cayó prisionero de los peruginos durante un año. Sin embargo, cuando recobró la libertad, cayó gravemente enfermo. La enfermedad, en la que el joven probó una vez más su paciencia, fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se sintió con fuerzas suficientes, determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y Briena en el sur de Italia.

En Espoleto, ciudad del camino de Asís a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz celestial que le exhortaba a "servir al amo y no al siervo". El joven obedeció. Al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a la ligera. Poco a poco, con la mucha oración, fue concibiendo el deseo de vender todos sus bienes.

Paseándose en cierta ocasión a caballo por la llanura de Asís, encontró a un leproso. A pesar de su repulsa natural a los leprosos, venció su voluntad, se le acercó y le dio un beso. Aquello cambió su vida. A partir de entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos en los hospitales. Algunas veces regalaba a los pobres sus vestidos, otras, el dinero que llevaba.

Convento de San Damián, en Asís
En cierta ocasión, mientras oraba en la iglesia de San Damián en las afueras de Asís, el crucifijo, (hoy llamado Crucifijo de San Damián) le repitió tres veces: "Francisco, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas". El santo, viendo que la iglesia se hallaba en muy mal estado, creyó que el Señor quería que la reparase; así pues, partió inmediatamente, tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda de su padre y los vendió junto con su caballo. En seguida llevó el dinero al pobre sacerdote que se encargaba de la iglesia de San Damián, y le pidió permiso de quedarse a vivir con él. El buen sacerdote consintió en que Francisco se quedase con él, pero se negó a aceptar el dinero. El joven lo depositó en el alféizar de la ventana. Pedro Bernardone, al enterarse de lo que había hecho su hijo, se dirigió indignado a San Damián. Pero Francisco había tenido buen cuidado de ocultarse.

Al cabo de algunos días pasados en oración y ayuno, Francisco volvió a entrar en la población, pero estaba tan desfigurado y mal vestido, que las gentes se burlaban de él, tomándolo por loco. Pedro Bernardone, muy desconcertado por la conducta de su hijo, le condujo a su casa, le golpeó furiosamente y no le permitió salir de casa. La madre de Francisco se encargó de ponerle en libertad cuando su marido se hallaba ausente y el joven retornó a San Damián. Su padre fue de nuevo a buscarle ahí, le golpeó en la cabeza y le conminó a volver inmediatamente a su casa o a renunciar a su herencia y pagarle el precio de los vestidos que le había tomado. Su padre le obligó a comparecer ante el obispo Guido de Asís, quien exhortó al joven a devolver el dinero y a tener confianza en Dios. Francisco obedeció al obispo y añadió: "Los vestidos que llevo puestos pertenecen también a mi padre, de suerte que tengo que devolvérselos." Acto seguido se desnudó y entregó sus vestidos a su padre. El obispo regaló a Francisco un viejo vestido de labrador, que pertenecía a uno de sus siervos. Francisco recibió la primera limosna de su vida con gran agradecimiento.

Para reparar la iglesia, fue a pedir limosna en Asís, donde todos le habían conocido rico. El mismo se encargó de transportar las piedras que hacían falta para reparar la iglesia y ayudó en el trabajo a los albañiles. Una vez terminadas las reparaciones en la iglesia de San Damián, Francisco emprendió un trabajo semejante en la antigua iglesia de San Pedro.

Actual Basílica de Santa María de los Ángeles, en donde
se encuentra la antigua capillita de Porciúncula
Después, se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, que se hallaba en una llanura, a unos cuatro kilómetros de Asís y, en aquella época, estaba abandonada y casi en ruinas. La tranquilidad del sitio agradó a Francisco tanto como el título de Nuestra Señora de los Ángeles, en cuyo honor había sido erigida la capilla. Francisco la reparó y fijó en ella su residencia. Allí, San Francisco regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con la pobre túnica ceñida con un cordón. Tal fue el hábito que dio a sus hermanos un año más tarde: la túnica de lana burda de los pastores y campesinos de la región.

Francisco tuvo pronto numerosos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. En 1210, cuando el grupo contaba ya con doce miembros, Francisco redactó una regla breve e informal que consistía principalmente en los consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Con ella se fueron a Roma a presentarla para aprobación del Sumo Pontífice. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.

En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin el cardenal Juan Colonna dijo: "No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio". Recibieron la aprobación gracias al sueño que tuvo el papa Inocencio III en el que Francisco sostenía con su cuerpo la Basílica de Letrán que estaba a punto de derrumbarse.

San Francisco y sus compañeros se trasladaron provisionalmente a una cabaña de Rivo Torto, en las afueras de Asís, de donde salían a predicar por toda la región. En 1212, el abad regaló a Francisco la capilla de la Porciúncula, a condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. El santo se negó a aceptar la propiedad de la capillita y sólo la admitió prestada.

Santa Clara de Asís
Hubo una importantísima seguidora, llamada Clara. Ella había partido de Asís para seguir a Francisco, en la primavera de 1212, después de oírle predicar. El santo consiguió establecer a Clara y sus compañeras en San Damián, y la comunidad de religiosas llegó pronto a ser, para los franciscanos. Se trata de Santa Clara de Asís.

Se cuenta que en 1216, Francisco solicitó del Papa Honorio III la indulgencia de la Porciúncula o "perdón de Asís". El año siguiente, conoció en Roma a Santo Domingo. Los compañeros de San Francisco eran ya tan numerosos, que se imponía forzosamente cierta forma de organización sistemática y de disciplina común. Así pues, se procedió a dividir a la orden en provincias, al frente de cada una de las cuales se puso a un ministro. Los frailes habían cruzado ya los Alpes y tenían misiones en España, Alemania y Hungría.

Más tarde, San Francisco se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya, los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa. En junio de 1219, se embarcó en Ancona con doce frailes. La nave los condujo a Damieta, en la desembocadura del Nilo. Allí intento convertir al cristianismo a los musulmanes, liderados por el sultán, Malek-al-Kamil, fracasando en el intento.

Desalentado al ver el reducido éxito de su predicación entre los sarracenos y entre los cristianos, el santo pasó a visitar los Santos Lugares. Ahí recibió una carta en la que sus hermanos le pedían urgentemente que retornase a Italia.

San Francisco se trasladó a Roma donde consiguió que Honorio III nombrase al cardenal Ugolino protector y consejero de los franciscanos. Al mismo tiempo, Francisco se entregó ardientemente a la tarea de revisar la regla en 1221. Ello constituía una especie de reto del fundador a los disidentes y legalistas que, por debajo del agua, tramaban una verdadera revolución del espíritu franciscano. El fundador renunció a la dirección de la orden, de suerte que su vicario, fray Elías, era prácticamente el ministro general.

Al cabo de dos años, durante los cuales hubo de luchar contra la corriente cada vez más fuerte que tendía a desarrollar la orden en una dirección que él no había previsto y que le parecía comprometer el espíritu franciscano, el santo emprendió una nueva revisión de la regla. La regla fue aprobada por Honorio III en 1223

Unos dos años antes San Francisco y el cardenal Ugolino habían redactado una regla para la cofradía de laicos que se habían asociado a los frailes menores y que correspondía a lo que actualmente llamamos tercera orden.

Se le atribuye haber comenzado en aquella ocasión la tradición del "belén" o "nacimiento". Alrededor de la fiesta de la Asunción de 1224, el santo se retiró a Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. Llevó consigo al hermano León, pero prohibió que fuese alguien a visitarle hasta después de la fiesta de San Miguel. Ahí fue donde tuvo lugar, alrededor del día de la Santa Cruz de 1224, el milagro de los estigmas.

Su salud iba empeorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaban y casi había perdido la vista. En el verano de 1225 estuvo tan enfermo, que el cardenal Ugolino y el hermano Elías le obligaron a ponerse en manos del médico del Papa en Rieti. El santo obedeció con sencillez. De camino a Rieti fue a visitar a Santa Clara en el convento de San Damián.

Basílica de San Francisco (Asís, Italia), en donde
está enterrado San Francisco de Asís
Después se trasladó a Monte Rainerio, donde se sometió al tratamiento brutal que el médico le había prescrito, pero la mejoría que ello le produjo fue sólo momentánea. Sus hermanos le llevaron entonces a Siena a consultar a otros médicos, pero para entonces el santo estaba moribundo. Acto seguido, pidió que le trasportasen a Porciúncula.

Murió el 3 de octubre de 1226. Francisco había pedido que le sepultasen en el cementerio de los criminales de Colle d'lnferno. En vez de hacerlo así, sus hermanos llevaron al día siguiente el cadáver en solemne procesión a la iglesia de San Jorge, en Asís. Ahí estuvo depositado hasta dos años después de la canonización. En 1230, fue secretamente trasladado a la gran basílica construida por el hermano Elías.